De todo para no perecer

Campesinos buscan la forma de subsistir en medio de la crisis. Unos crían cuyes, otros pescan 

Una música chichera, ¡bien chichera!, como la de Aladino, un clima benigno, un exuberante verdor y unas mazorcas de cacao rojas y grandes creaban un ambiente propicio para beberse una "pescuezuda" o una "chatita".
En Buena Fe hay motivos para celebrar. Lo estaban haciendo dos señores y un joven, rodeados también de maizales que botarán 220 quintales por hectárea. Están en la parte alta de Los Ríos, donde las habas y las matas de maíz con "señoritas rubias", que en un mes serán mazorcas, auguran buenas ganancias.
Forman parte de la excepción que confirma la regla en el agro costeño, donde la mayoría de la tierra está cubierta de agua. A unos 200 kilómetros, en Vinces, una plantación de banano de unas ocho hectáreas está destrozada, perdida.
Víctor Vélez, un manabita que llegó a Buena Fe hace tres años, sembró ocho hectáreas de maíz cerca de donde los panas bebían la "pescuezuda". Tendrá $3.630 por hectárea si cosecha 220 quintales en cada una de ellas y si le pagan a $16,50 el cazo de cien libras.
En cambio, ese gran bananero que sembró en la mejor tierra del mundo para producir miles de cajas, que el agua dejó a pique en este invierno, perderá 160 mil dólares.
En La Mascota, que está en la vía Babahoyo-Montalvo, los pequeños agricultores, sin trabajo remunerado, pescan barbudos, damas y dicas a la criolla: con piola de nylon, anzuelo, plomo para hundirlo y carnada de peces pequeños.
En Manabí, Tanyi Chávez vive de los peces, como el chame. Los fríe con almidón y quedan tostaditos y luego los sirve con patacones y ensalada.
A 7 peces medianos, que resisten fuera del agua más de 24 horas, los vende a 10 dólares. En Bachillero, en la vía que lleva desde Portoviejo a Chone, en Manabí, hay unos cuatro puestos de venta. El proveedor de Tanyi no solo pesca chames, sino tilapias, guanchiches, barbudos y hasta camarón patudo que "se cogen por docenas y se venden por encargo".
En Sabana, Istael Elías Cedeño cría cuyes para salir del apuro, pues su maíz (en las dos cuadras que le quedaron en la loma) está mal. El exceso de agua reducirá la producción a la mitad. Otra parte la perdió por el derrumbe y otra quedó bajo el agua, al igual que el zapallo, el plátano y el mango.
Tiene 80 cuyes y los vende a 6 dólares el par. Les da maíz, hojas de choclo y cáscara de plátano; por eso son "exquisitos" y porque no son como las gallinas y los patos, que comen sapos y culebras.
Se reproducen rapidísimo y apenas paren "por ahí mismo" quedan preñadas. "Recién salidita, ensangrentadita del parto, la coge el macho".
Su hermano, Obidio Cedeño, perdió parte del maní. El exceso de agua lo puso amarillento. Ninguno de ellos había visto tanta agua en esa zona, ni en el 98 durante el fenómeno de El Niño.
Guillermo Lizarzaburo - Buena Fe

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