Los transgénicos resistentes a las heladas y sequías son solo promesas, según Rubens Onofre

Entrevista a Rubens Onofre Nodari, Catedrático en la Universidad de Santa Catarina de Brasil.
 
En Ecuador se debate sobre la conveniencia de las semillas transgénicas y sus derivados. Quienes se oponen argumentan que estos constituyen una amenaza, ¿en qué momento puede ocurrir eso?
Como sociedad tenemos poco conocimiento de que son organismos que tienen su código genético alterado. En Brasil, por ejemplo, descubrimos que el maíz transgénico que produce una toxina para repeler las plagas tiene una proteína alérgica.

Pero también hay quienes dicen que esos riesgos no tienen fundamentos.
La primera planta transgénica fue cultivada en 1994. Pero los primeros estudios de larga duración se hicieron recién hace dos años y los resultados se difundieron este año. Los análisis adecuados aún no han sido hechos.

Si aún no hay certezas, ¿en qué se sustenta el temor?
Nadie controla la tecnología ni la introducción de los genes, ni a dónde van o cuántas copias son introducidas. Tampoco controlamos los cruces que ocurrirán en la naturaleza, por ejemplo, entre el maíz transgénico y el criollo. Son amenazas para el campesino, la salud humana y el ambiente.

¿Los que impulsan los transgénicos los presentan como una salida a la crisis alimentaria del planeta?
Según la FAO, en 1996 se reducía la hambruna, pero hoy, pese a los transgénicos, está en aumento. Más bien, hay una amenaza a la seguridad alimentaria, porque los campesinos tienen una diversidad genética muy importante para el mejoramiento genético a futuro. Eso se perderá si el campesino se vuelve dependiente de las semillas transgénicas.

Usted dice que Ecuador, Brasil y otros países firmaron convenios sobre bioseguridad y diversidad biológica . Entonces, ¿por qué su país liberó a los transgénicos?
Es una decisión política del Gobierno. Se creó un comité de bioseguridad con gente solo a favor, entonces no hubo debate. Participé en ese comité por cinco años.

¿Se han beneficiado los agricultores brasileños?
Al inicio aparenta ser un poco eficiente. Pero con el paso del tiempo, se vuelve más caro producir. Entre el 2001 y el 2010, en Brasil el consumo de pesticidas creció casi en 100%. De 2,7 kilos de ingredientes por hectárea cultivada se subió a 5,2 kilos.

¿Por qué ocurrió aquello?
Es verdad que la soya transgénica es resistente al herbicida glifosato. Pero con el tiempo, el agricultor se ve obligado a subir la dosis o fumigar dos veces.

También, los defensores insisten que se reduce el costo de la producción.
En Brasil, los dos o tres primeros años, los costos son menores, pero una vez que el agricultor adopta la tecnología debe gastar más en fumigación o la empresa sube el precio de la semilla.

Pero si hay esos efectos, ¿por qué siguen creciendo estos cultivos en Brasil?
Los agricultores son engañados al presentarlos como una opción de ahorro. En el caso de la soya, el agricultor cree que esta facilita el control de las malezas, pero con el tiempo se vuelven resistentes.

El presidente Rafael Correa dijo que apostará por semillas resistentes a las sequías y heladas, ¿están disponibles estás variedades?
Todavía son solo promesas. Hay investigadores que están consiguiendo aumentar un poco la tolerancia a la falta de agua. Pero a las heladas es casi imposible.

¿Hay diferencias entre las semillas mejoradas y las genéticamente modificadas?
En las primeras hay una especie de alteración, pero no se alteraron los genes. En los transgénicos se mezcla el ADN de diferentes bacterias, hongos y plantas.

¿No hay la opción de encontrar algún beneficio en los transgénicos?
Más bien hay alternativas como la agroecología para la producción de alimentos de calidad y en este sentido, los países andinos tienen mucho potencial.

¿Cuál es el riesgo de no incluir a los campesinos y a otros sectores en el debate?
Ellos son los mayores interesados. Al ser una tecnología que puede beneficiar o perjudicarlos, tienen derecho de compartir sus inquietudes y sugerencias. Tienen derecho a cultivar lo que quieran. Pero la tecnología es totalitaria y se impone.

Al respecto, ¿en Brasil hubo ese debate?, ¿visualiza usted alguna salida?
El Gobierno aprobó y lo impuso. Estamos acostumbrados a consultar a los científicos para tomar decisiones y eso no es correcto. Hay que consultar a la gente, al consumidor para saber qué decisión tomar. Se debe construir un proceso de debate donde todos puedan opinar.

Fuente: El Comercio

Publicar un comentario

0 Comentarios