Pandemias ayer y hoy

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Epidemias y pandemias no constituyen un fenómeno nuevo. La lepra, la peste, el cólera o la viruela han dejado secuelas imborrables en la historia de la humanidad. También han sido la razón de ciertos descubrimientos y de que el ser humano se cuestione a sí mismo.

Ana María Carrillo Farga

Especialista en historia de la Medicina y pandemias. Profesora del departamento de salud pública de la Facultad de Medicina

de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

 

Ha habido pandemias de enfermedades bacterianas, como la peste bubónica o el cólera; y otras virales, como la viruela, la influenza o el sida. Las epidemias que se caracterizan por una propagación rápida y tasas de mortalidad elevadas, han marcado la historia de la humanidad desde la Antigüedad.

Las epidemias han provocado gran número considerable de muertes, incluso de catástrofes demográficas, y con frecuencia han cambiado el rumbo de la historia. La peste que afectó a Atenas entre el 430 y el 426 adC, también precipitó la caída de la ciudad sitiada. Los habitantes de los imperios incas y aztecas fueron diezmados por los gérmenes de la viruela que trajeron los conquistadores españoles en el siglo XVI. Numerosos historiadores consideran que la gripe española contribuyó a precipitar el fin de la Primera Guerra Mundial.

Desde mucho tiempo atrás, el desconocimiento de las enfermedades que provocan estas epidemias y el modo de contaminación llevaron a las autoridades a tomar la única medida sanitaria posible para limitar los contagios: el aislamiento de los enfermos desde el siglo VIII para frenar la propagación de la lepra, así como el confinamiento en el siglo XIV cuando la peste causaba estragos. Cuando en un barco comenzaba una epidemia, los cadáveres de quienes morían eran arrojados al mar. Las primeras medidas de aislamiento sanitario fueron tomadas en Ragusa, actual Dubrovnik, en el siglo XIV y en Venecia, en el XV. Ambas ciudades imponían a la tripulación de los barcos que llegaban a sus puertos una cuarentena de varias semanas. Esta medida se generalizó y extendió a otros puertos importantes como Génova o Nápoles, en Italia o Marsella, en Francia.

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Las consecuencias de estas medidas afectaban de manera considerable el comercio. Como la plaga de Justiniano (siglos VI y VIII), la peste negra durante la Edad Media perturbó las rutas comerciales tradicionales. Se abandonó la cuenca del Mediterráneo y, en su lugar, la región de Flandes se convirtió en un lugar privilegiado para los intercambios comerciales en Europa. De hecho, la voluntad de no afectar las relaciones comerciales ha sido un factor de peso en la gestión de las epidemias, pues a menudo ha retardado la decisión de tomar medidas para detener su propagación. No era raro que los comerciantes y gobernantes trataran de ocultarlas.

La historia de las epidemias ha estado marcada por el surgimiento de movimientos populares contra ciertos grupos sociales acusados de ser los causantes de la enfermedad. El desconcierto y el miedo ante las muertes simultáneas y súbitas de las personas, llevaba a la búsqueda de culpables, siendo por lo general los pobres y las poblaciones marginadas a quienes se acusaba, convirtiéndose en el blanco de actos irracionales basados en la discriminación.

Las pandemias sembraban el luto en familias y pueblos enteros. Se estima que la peste bubónica que asoló la Europa de mediados del siglo XIV dejó entre 25 y 40 millones de víctimas en el continente, o sea, la tercera parte de la población de la época. La gripe de 1918-1919 causó unos 50 millones de muertos en el mundo. No es difícil imaginar el desánimo existencial que esto debió de haber causado, justo al término de la Primera Guerra Mundial.

Estas catástrofes han obligado a los hombres y mujeres a meditar sobre la muerte y reflexionar acerca de la condición humana. También han sido la fuerza motriz del progreso en la búsqueda de tratamientos y medidas preventivas. Si la medicina estaba en una fase incipiente al final de la Edad Media, algunas medidas higiénicas comenzaban a imponerse. A partir del siglo XIV comienzan a cambiar las sábanas a los enfermos. Después de la epidemia de cólera que azotó a Londres a mediados del siglo XIX, las autoridades comenzaron a velar por el aprovisionamiento de agua.

Formulación de políticas sanitarias

Fue a partir de pandemias y epidemias que los países comprendieron que resultaba más costoso abordar una emergencia sanitaria, que prevenirla. El cólera, en particular, hizo evidentes las condiciones insalubres en que vivían y trabajaban la mayoría de los habitantes del mundo. Se plantearon entonces, progresivamente, políticas de salud a largo plazo para promover medidas de higiene, promulgar códigos sanitarios e investigar la causa de las enfermedades y los remedios para prevenirlas.

La salud pública internacional comenzó a desarrollarse en la segunda mitad del siglo XIX, para enfrentar a las enfermedades epidémicas que no respetaban fronteras. Este ámbito se manifiesta desde entonces en la celebración de conferencias y redacción de convenios sanitarios internacionales.

Para evitar la propagación de epidemias, fundamentalmente del cólera y la peste, y limitar los obstáculos al comercio y a la libre circulación de las personas, doce Estados europeos organizaron en París, en 1851, la primera Conferencia Sanitaria Internacional(link is external), que condujo al proyecto de Convención Sanitaria Internacional, acompañada de la firma del primer reglamento sanitario internacional sobre la peste, la fiebre amarilla y el cólera. Conferencias similares tuvieron lugar, pero hubo que esperar hasta 1903 para que se aprobara un convenio sanitario internacional y a la segunda mitad del siglo XX para que se fundara la Organización Mundial de la Salud(link is external), después de la Segunda Guerra Mundial.

Pero la existencia de microbios no basta para engendrar ni explicar una epidemia. Estas son resultado de crisis ambientales, alimentarias, migratorias, sanitarias, económicas, políticas y sociales, y al mismo tiempo agravan las crisis ya existentes, provocadas a menudo por las guerras y las hambrunas.

Como en el pasado, la pandemia actual marca la crisis de una manera de vivir. Los estudios de expertos muestran que la causa profunda de la pandemia de COVID-19 es la destrucción sistemática de la naturaleza, la cría industrial de animales y la deforestación. Esta última ejerce una presión considerable sobre los hábitats de los animales y los obliga a moverse, haciendo que circulen los gérmenes patógenos de unas especies a otras, algo que originó el ébola y la enfermedad por el virus del zika.

Las muertes colectivas dejarán un vacío difícil de llenar en las familias y en las comunidades; pero la historia nos muestra, que las pandemias han tenido siempre un final; al término de cada una de ellas, la humanidad ha sido capaz de reinventarse a sí misma y reinventar a sus sociedades, y éstas han logrado avances. La pandemia actual debe hacernos caminar hacia un mundo en que se respete por igual el medioambiente y la vida de todos los seres humanos.

Fuente| UNESCO

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